Claustros no es similar a equipos

Hace unos días tuve el privilegio de participar en un #OpenEabe en Antequera, en el que un grupo de docentes interesados en la innovación y el cambio de modelo educativo tuvimos la oportunidad de debatir y compartir experiencias sobre diferentes asuntos relacionados con la función docente. Entre otros aspectos, hablamos de aprendizaje basado en proyectos, de uso de las TIC y las TAC, de coordinación entre docentes y, sobre todo, de la creación de equipos colaborativos y la importancia que tienen las redes en los mismos.

Todos y todas las allí presentes nos sentíamos miembros de dos claustros diferentes; por un lado, el claustro físico, el de tu centro, conformado por los compañeros y compañeras que, gracias o debido al concurso de traslados, comparten centro. Por otro lado, el claustro virtual, conformado por aquellos y aquellas que mantienen un alto nivel de comunicación e intercambio de experiencias por medio de diferentes redes virtuales (twitter, Facebook, redes profesionales, etc).

Tras un interesante debate, la conclusión fue unánime: nos sentíamos más unidos e identificados con ese claustro virtual que con el físico. Tampoco vamos a descubrir Las Américas con esta afirmación, pues es lógico que con esa parte de tu PLE (Entorno personal del aprendizaje en sus siglas anglosajonas) tengas mucho más en común, pues precisamente por eso forman parte del mismo. Este hecho nos llevó al siguiente debate, que no por utópico (de momento) fue menos interesante. Hablamos en este momento de la conformación de los claustros de los centros educativos. 

Bajo mi punto de vista, y creo que no soy el único, el proceso por el cual queda conformado un claustro atenta gravemente contra el establecimiento de una línea de trabajo en un centro y, por supuesto, en caso de existirla, contra la estabilidad de la misma.

Resulta que en las últimas tres leyes educativas se hace especial hincapié en la autonomía de los centros educativos, así como en la necesidad de que estos construyan una identidad propia que reflejen en su proyecto educativo. Todo eso queda genial, diría que incluso perfecto, sobre el papel. Una vez puesto negro sobre blanco y pasado el filtro ejecutivo, legislativo y sindical, se insta a los centros a que lo consigan o, quizás a que lo deje por escrito, sea cierto o no.

Ahora llega uno de los grandes problemas para que estos objetivos lleguen a buen puerto ¿Cómo se puede conseguir establecer una línea de centro cuando la inestabilidad de las plantillas es tan alta? (Véase el consursillo andaluz, diabólico invento impuesto por algunos sectores que deja muy a las claras que no se defiende el interés educativo, sino los derechos o privilegios adquiridos por el profesorado); ¿Cómo se va a establecer una línea prioritaria del centro si la forma que tiene el profesorado de acceder al mismo es por antigüedad y no por méritos profesionales (ser doctor da los mismos puntos que permanecer dos años en el mismo centro; los puntos que dan por formación e implicación en proyectos de mejora e innovación dan risa, o, mejor dicho, pena)?¿Cómo se van a sentar una bases sólidas de trabajo si los claustros no siguen un criterio de selección profesional?¿Cómo le vamos a pedir a los equipos directivos que describan y establezcan criterios uniformes para el centro si los docentes con los que cuentan han sido impuestos?¿Cómo se va a apostar por la innovación y el cambio de modelo educativo si los claustros no tienen criterios de conformación relacionados con estos aspectos?

Trabajando en Norgara. Trabajo con equipos, grupos y en redes. By Asier Gallastegui Fullaondo
en Flickr CC-BY 2.0.

Podemos encontrar muchos respuestas a las anteriores preguntas, unas que defenderán el actual sistema y otras que quisieran apostar por un cambio, pero, bajo mi humilde punto de vista,mientras el concurso de traslados se base en méritos de antigüedad, será muy difícil cambiar la fisonomía de nuestros centros.

Propongo, por ejemplo, que se obligue (perdón por utilizar un término tan antipedagógico y retro) a los centros a plantear seriamente la construcción de una identidad propia, incluidos aspectos metodológicos, y, una vez hecho, que el concurso de traslados de a conocer dichos perfiles o identidades, de forma que el profesorado que concurse al mismo sepa que tipo de centro se va a encontrar, si apuesta por la innovación, o por la creatividad, o por el aprendizaje basado en proyectos, o por las comunidades de aprendizaje o por matemáticas ABN, o por estructuras Montessori o por todo ello, o por nada de ello. Pero que se sepa, que no sea un concurso a ciegas y, sobe todo, que no sea una forma de desestabilizar las plantillas o romper líneas de trabajo. Son muchos los centros que se han embarcado en un cambio, que han empezado a incluir algunos de los citados pero que debido al concurso de traslados se han visto obligados a abandonarlos o dicha implantación se ha visto seriamente perjudicada. 

Por favor, autoridades educativas, sindicatos de educación, inspección educativa, hagánse eco de este sentir que cada vez está más extendido y que posiblemente ayude a mejorar la realidad de nuestros centros educativos. 

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